América Latina, un semillero de complejidad

Edgar Morin y Nelson Vallejo-Gomez en el Templo de Pachacamac, Lima, 2007

Por Nelson Vallejo-Gómez

Traducido del francés por Mercedes Vallejo (Universidad de Antioquia)


«América Latina es un semillero de complejidad que vive a la temperatura de su propia destrucción, de su propia creación, es la esperanza de metamorfosis para Occidente».
Edgar Morin


La recepción de la obra de Edgar Morin en América Latina es la aventura humana del mestizaje y la complejidad en extremo occidente. Sus iniciados buscan inspirarse para salir del laberinto de las soledades, para combatir la violencia y la corrupción, la crueldad y la indiferencia de toda índole, para contrarrestar la estupidez de la objetividad obsesiva en la racionalización instrumental, la subjetividad delirante en las ideologías, para aprender de las cegueras del conocimiento, que son el error y la ilusión, entrelazando ciencia con consciencia, para luchar por los principios de un conocimiento pertinente en la gobernanza y la gobernabilidad de un estado de derecho, para enseñar aprendiendo la condición humana y la identidad terrenal, las incertidumbres y la comprensión, para regenerar la ética del género humano, en tanto reconocimiento cuidadoso de la espada a doble filo: homo sapiens ↔ demens, es decir la religación en todo pensamiento, acto y omisión de la trinidad encarnada: individuo ↔ sociedad ↔ especie, en fin, para darle un sentido dialógico en clave Poética de Civilidad al bucle vivencial: sexo, sentimiento y pensamiento, en lo íntimo, lo privado y lo público, en lo responsable, lo solidario y lo fraterno.

La obra de Morin no se comprende en América Latina como un esquema teórico, estructuralista o existencialista al estilo Sartre o Althusser, Lacan o Foucault y, mucho menos, al estilo Bourdieu. Estos han tenido y tienen aún su altar respectivo en el legado latinoamericano de corte euro-centrista; se han construido en sus nombres fronteras disciplinares a la imagen del Viejo Continente.

Lejos de ser la de un “espíritu dominante y seguro de sí mismo” −como decía Raymond Aron de Pierre Bourdieu−, la obra de Morin es acogida en los países latinoamericanos como la aventura interdisciplinar de un genio marginal y un partisano inspirador, que busca vincular los saberes académicos con el conocimiento legendario de la experiencia vivida.

Laboratorio de complejidad por excelencia, el estudio de los pueblos y de la sociedad multicultural en América latina muestra que la jerarquía de los saberes es el juego de poder en donde los vencedores imponen su marca; que las lógicas del conocimiento relacionan paradigmas que, a veces, compartimentan lo real y, otras veces, lo religan. Por esto, el pensamiento complejo de Morin se puede entender como una estrategia de pensamiento en acción y acción pensada, que busca aprehender la complejidad del individuo, de la sociedad y de la naturaleza.

Entonces, ¿qué pasa con esta recepción? ¿A qué se refiere? ¿Dónde están los hombres y las mujeres, incluso las instituciones que hoy en día animan la causa y la misión de Morin en Extremo Occidente? ¿Por qué Morin considera que América Latina es como un “semillero de complejidad”, un “laboratorio” para el Pensamiento Complejo, para la causa, la misión y la obra moriniana? ¿Cómo y por qué el mestizaje latinoamericano podría ser como el supplément d’âme –si se piensa en Henri Bergson– para tener una comprensión contemporánea de la condición humana a escala planetaria, para la aprehensión de un universal concreto, viviente y regenerado, para ser un reservorio po-ético de humanología para la Tierra-Patria?

Ya veremos cómo y por qué esta recepción ha pasado y pasa todavía por las personas, antes de ser una obra que se ponga bajo el cristal de las instituciones escolares o universitarias.

La recepción de la obra de Morin es una aventura humana y personal. ¿Será acaso una de las razones por las cuales dicha recepción sigue siendo más individual y hasta anarquista?

La complejidad del factor narcotráfico

Image par jorono de Pixabay

Nelson Vallejo-Gómez

(El presente texto busca analizar pasajes de una conferencia dada en el Instituto de Altos Estudios para América Latina (IHEAL), por el entonces Ministro de Justicia de Colombia, Carlos Eduardo Medellín Becerra, en Paris, el 21 de marzo de 1997. Pero el espíritu general y la conclusión son una propuesta estratégica y un desafío, que lanza quien lo escribe, para tratar de pensar un fenómeno transnacional con operadores dialógicos del Pensamiento complejo, inspirados en la obra de Edgar Morin).

«A un mundo superior nadie entra sin su cruz a cuestas»

Fernando González

El 21 de marzo de 1997, el Ministro de Justicia del Gobierno Samper de Colombia, Carlos Eduardo Medellín Becerra, pronunció en París una conferencia cuyo título convocatorio marcaba de entrada el tono: Arsenal legislativo contra el tráfico de drogas. El Ministro presentó a la comunidad académica francesa las dos leyes de la llamada « Agenda legislativa contra el Tráfico de Droga y el Crimen Organizado », que el Gobierno Samper hizo aprobar en el Congreso de la República: Ley 333 de 1996 (diciembre 19), sobre Extinción de dominio adquirido de manera ilícita y la Ley 365 de 1997 (febrero 21) sobre el Combate contra el Crimen Organizado.

La ley 333 se presenta como una respuesta jurídica al grave problema económico que suscita en el país la complejidad del factor narcotráfico. Dicha ley proporciona al Estado los instrumentos legales necesarios para nacionalizar bienes privados adquiridos ilegalmente. El dinero, las tierras y los inmuebles incautados, cuyo cálculo global es imposible por razones de clandestinidad, serían « afectados a planes sociales y cultivo alternativo para las regiones sufridas por dicho fenómeno, como a la lucha contra el mismo », dijo el Ministro. Con esta Ley se supone que la lucha contra el tráfico, el contrabando, el crimen organizado, contra el flujo financiero clandestino que en términos fiscales no apoya al Estado y en términos liberales gangrena las redes financieras del país, pues crea una competencia clandestina y un contrapeso económico desleal es rechazado y condenado hasta por la más antigua ética de los negocios. Se supone que es simplemente una lucha contra el desmembramiento económico de la Nación, una lucha contra lo que Salomón Kalmanovitz llama « la des-institucionalización del país ». Grave consecuencia, en términos políticos, del impacto macro-económico del factor narcotráfico en Colombia.

El Ministro acotó que la nueva Ley tiene por fundamento moral el principio según el cual: « la falta convierte todo nulo ». La ley impediría que se legalice, por vía de lego o testaferro, lo ilícitamente adquirido. El Ministro no precisó, por supuesto, a partir de cuándo se aplicaría dicha Ley, pues toda legislación presupone un problema de temporalidad. ¿Cómo trazar justamente el umbral entre el pasado perfecto y el imperfecto, que sigue presente y determina el futuro? « La reforma que hemos hecho, dijo el Ministro, no tiene carácter retroactivo. La Constitución lo prohíbe. De manera que reformamos para el futuro y no corregimos para el pasado, por razones constitucionales. Por lo menos se aprobó una ley que, por no ser penal, es anti retroactiva ». En tal caso, azora la suspicacia de que dicha Ley tenga acento de amnistía. Sin embargo, concedamos al Gobierno Samper el beneficio provisorio de que legisla en pos de lo mejor para el país, en vista de que no parece quedarle otro camino, después de haber cristalizado el más alto grado de cuestionamiento moral en que se ha tenido en Colombia a las Instituciones Ejecutivas y Legislativas.

La Ley 365, aprobada por el Congreso de la Republica el 21 de febrero de 1997, contiene el « arsenal » normativo para el combate jurídico que el Gobierno Samper lanza contra el Crimen organizado y/o las Organizaciones criminales. Tal Ley busca moderar el beneficio (en términos de reducción carcelaria) otorgado a quien se entrega y somete a la Justicia. Todo responsable de una organización criminal deberá ser castigado de manera ejemplar.

De la disrupción liberal a la ética del entramar

Por Nelson Vallejo-Gómez

“Toda mirada sobre la ética debe percibir que el acto moral
es un acto individual de entramar (“relier”):
entramar con el prójimo, entramar con una comunidad,
entramar con una sociedad y, en el límite,
entramar con la especie humana.”

Edgar Morin, El Método 6 – Ética (Paris, 2004)


La propuesta de poner en tensión conceptual los vocablos disrupción y ética viene de la intuición (por confirmar en la reflexión y el debate), que ahí se plantean puntos de pensamiento y acción diferentes y complementarios. Nuestra tesis es que la disrupción pone en evidencia un pensamiento disyuntivo y la ética, un pensamiento complejo. Por consiguiente, donde hay fuerzas que separan y destruyen, generar pensamiento crítico, pedagogía y educación es más que un deber ético, es un imperativo de regeneración necesaria para la sobrevivencia de un sistema abierto. De igual manera, nuestro tema pone de manifiesto poli crisis que atestan la existencia de un conflicto de paradigmas entre las dinámicas de lo tradicional y lo moderno, entre cosmovisiones y cambios radicales y generacionales.

El desafío reside en que la disrupción aparece, en el ámbito socio-económico, político y hasta cultural contemporáneo, como una propuesta liberal inédita, que regenera el capitalismo tradicional, la dinámica empresarial y la gestión del cambio en situación de crisis de mercadeo, es decir, regenera el sentido y dinamiza el entramado comunitario necesario a la conducción de políticas públicas o privadas, inspirándose en la revolución digital y en la economía algorítmica. La dinámica disruptiva conllevaría entonces, en su lógica innovadora, la emergencia de un dato inédito y de un hecho cualitativo que rompería los círculos viciosos de los sistemas económicos, sociales, políticos y culturales.

La disrupción es corte, ruptura e intrusión que busca “liberar energías” (“innovación destructora”, diría Schumpeter1), generando así un choque propicio o impropio de tradiciones y culturas. ¿Cómo lo hace y qué consecuencias trae? Lo hace desgranando, dispersando y desnuclearizando los componentes del sistema existente. Las consecuencias que trae, en la ruptura de los tejidos propios a un sistema familiar, empresarial, nacional, internacional, social, económico, político y cultural aparecen en lo que ocurra cuando hay “río revuelto” o después de “patear” las fichas, las reglas y costumbres del juego.

¿Cómo contrabalancear la disrupción? Proponemos hacerlo con la ética del entr-amar.
La ética es una forma de ser en cuanto a la manera de comportarse, por lo que la ética le apunta más a forjar carácter y a la pedagogía. Con lo cual se requiere voluntad y energía. Al romper códigos, tradiciones y reglas, la disrupción libera fuerzas y genera situaciones que se pueden enfrentar con la moral, el orden o las reglas existentes, pues lo que emerge de entrada es caótico. En tal caso, diríamos que la disrupción des-une o des-entrama, mientras que la ética une y entrama. Un comportamiento ético genera naturalmente confianza (deontología, por ejemplo), lo disruptivo provoca desconfianza, por lo abrupto, lo inesperado y lo inapropiado.

¿Dónde reside entonces la complementariedad posible, la conjunción en juego creativo entre lo ético y lo disruptivo? ¿Puede la disrupción liberar energías que sirvan a fraguar caracteres, en relación de confianza y comportamiento ético? ¿Con qué artificios conceptuales captar, en su debido momento, lugar y contexto la novedad de la innovación o lo realmente cualitativo? Pues téngase por entendida esta alerta de Bernard Stiegler: “La disrupción es lo que va más rápido que toda voluntad, tanto individual como colectiva”2. La dinámica disruptiva provoca reacciones en cadena. El arte reside en restablecer las regulaciones necesarias al equilibrio momentáneo, pero necesario, del sistema en ebullición permanente.

Razón por la cual percibimos en la disrupción y la ética una convocatoria al pensar, pues la explosión voluntaria o accidental de los sistemas de convivencia genera estragos y hasta horrores. La historia del mal absoluto, la de los crímenes de lesa humanidad nos enseña que, cuando no se piensa, se sufre la barbarie. Luego, el mal también tiene su historia propia, no surge de la nada. Pensando con Hannah Arendt3 y con Edgar Morin4, hay que considerar a la falta de pensamiento crítico, es decir, al comportamiento irreflexivo y a la carencia de ética como un síntoma radical de totalitarismo mental y de debilidad humana, ante la potencia maligna, su actualización y banalización. Acotemos, ahí mismo, que también tenemos que imaginar la positividad del caos y el posible parabién de la disrupción.

Instrucción moral y cívica o educación al pensamiento crítico

2015, Annus horribilis en Francia Foto-montaje de ERIC SALARD

Por Nelson Vallejo-Gómez

Conferencia presentada en el VII Congreso Internacional de Educación ENCINAS Derrama Magisterial, Lima / febrero de 2017

“En el acto educativo están en juego las emergencias
socio-culturales, cognitivas y emotivas del
bucle virtuoso Naturaleza↔Individuo↔Sociedad”

Edgar Morin

Hay momentos críticos en la vida de una nación que ponen en peligro su convivencia y hasta de su existencia. Pueden venir de una catástrofe natural: terremoto o hambruna; pero también de una tragedia socio-cultural, en el seno mismo del tejido social o en el fuero interior de los individuos, corriendo el riesgo de provocar una guerra civil, que es la más atroz de todas las guerras, siendo las guerras todas, una atrocidad. Las catástrofes y tragedias también pueden generar un duelo incomprendido y recurrente, sin resiliencia o capacidad de recuperación efectiva, generando micro-fracturas y poli-crisis en el vivir individual y en el convivir colectivo, tanto a nivel de lo íntimo como de lo privado y lo público.
Se manifiestan entonces síntomas que ponen en crisis la estructura, los principios y valores, la razón de ser, el ideal mismo de una sociedad. Se hace visible la imagen de una comunidad desunida, de un proyecto socio-político desorganizado, carente de brújula y derrotero, con querencia nacional mal-amada y hasta des-almada.

Los atentados llamados comúnmente “terroristas” marcaron momentos críticos en Francia, durante el annus horribilis de 2015. En Cientos de personas, civiles desarmados, jóvenes en mayoría, profesionales ilustrados, fueron asesinados o heridos de gravedad en las calles, bares y salas de concierto parisinas. Sufrir la crueldad y la atrocidad en su propia capital tetanizó de horror, rabia e impotencia a la sociedad francesa. Una potencia mundial, que posee la bomba nuclear y uno de los ejércitos más fuertes del mundo, le dio al mundo la imagen de un país inseguro y expuesto al bumerang de una guerra planetaria que, desde el ataque, caída e implosión de las Torres Gemelas en Nueva York, está prejuiciada por la ideología del miedo y el terror planetario. Algunos han visto las figuras reales o virtuales de una “tercera guerra mundial”, a través del famoso eslogan: “choque de civilizaciones”.

Hay, en la sociedad francesa, una crisis laboral, económica y moral que recuerda la crisis de la 4ª República entre la 1ª y 2ª Guerra Mundial. Hay tiempos nublados y futuro cerrado. Edgar Morin dice que los hombres políticos de hoy son tan sonámbulos como lo fueran los de aquella época tristemente memorable. Hay conciencia de un mundo cuyos paradigmas han perdido coherencia y sentido, porque han sido vaciados de práctica memorial y tradiciones vitales. La sociedad francesa no logra afincar ni aceptar una nueva generación; hecha ésta de mestizos planetarios y ya no euro-centristas. Francia sufre en su clase media tradicional la angustia de una extraña pérdida de identidad. Y ya no basta con evocar el mito galo, como si fuera un hito fundador, pues grandes franceses, en la época de la 2ª República por los 70s del siglo XIX, ya lo habían cuestionado y vaciado de sentido. Recordemos al Príncipe de los poetas franceses, Arthur Rimbaud, poeta visionario por antonomasia, quien decía: “Tengo de mis antepasados galos el cerebro estrecho y la torpeza en la lucha”. Ese verso de autocrítica dice más que un tratado de sociología cultural.

El cigarro o el beso de fuego -Divertimento alrededor de un poema de Mallarmé

Retrato de Mallarmé por Edouard Manet (1876, Musée d’Orsay)

Por Nelson Vallejo-Gómez

Ponencia ofrecida en París el 21 de mayo de 2002, en el Club de la Casa del Habano, y publicada en la revista ALEPH, n° 122, julio/septiembre 2002 – Manizales, en traducción del francés de Beatriz Nates Cruz (Universidad de Caldas, Manizales), revisada por el autor.

“…Testimonie algún cigarro…”
Mallarmé

La diversión es una cosa demasiado seria como para dejarla solamente a los payasos y demasiado ligera como para confiarla únicamente a los filósofos. Yo propongo, ya veremos por qué razón, confiarla a los fumadores de Cigarro. En efecto, la diversión es como un gran Puro en el cual la identificación por los sentidos proporciona un juego rico y complejo. Un destello de espíritu, más que un destello de risa, nos pone en su presencia donde el aburrimiento es por oposición la huella misma de su ausencia. Yo os invito así, a mantenerse entre la pesadez de las cosas y la levedad del cigarro. Yo os invito a la diversión, es decir, a los ejercicios espirituales. Dicho de otro modo, yo os invito a comprobar por medio del Cigarro la prueba ontológica de la existencia del alma.

Veremos más adelante si, cuando abordemos en serio la pregunta que nos ocupa, tratándose de Cigarro, irá de ejercicios espirituales o eróticos, o si la puesta del beso de fuego, es ser a la vez todo un Eros animado, un circulo ardiendo alrededor de una trompeta color café o el enrojecimiento motor de un cigarro inmóvil. De otra parte, veremos si de todos los besos de fuego, aquel del Eros es el más ardiente de todos. Puesto que hay también Fuegos que queman del interior, consumiéndose ellos mismos y en el cual el beso vive en suspenso. Puede ser que el Cigarro sea allí la prueba por el fuego justamente de una quemadura siempre esperada sin ansiedad, y siempre deseada sin sufrirla. Entre llama y ceniza, el cigarro es un círculo de vida en un cilindro vegetal donde

avivan los cuatro elementos3 constitutivos de nuestro universo: el fuego y el aire, el agua y la tierra. Ellos podrían llenarnos, si solo bastase el va y viene como para hacer subir el agua a la boca sin tener por eso mismo el fuego en otra parte.
Es por ello, que la diversión remite a un quinto elemento. Parafraseando a Pascal4, podemos decir que todo el amargor de un cigarro viene del fumador que no divierte la diversión. Puesto que divertirse es antes que nada entretenerse. Estar, por decirlo así, enamorado de una musa. En fin, un Cigarro os falta y la musa ha salido huyendo. Entre las Musas la poesía es verdaderamente la más esclarecedora, la más espiritual. Ella testimonia por consiguiente, el quinto elemento evocado, a saber, el espíritu o el alma, desde el cual el poema de Mallarmé nos habla. Es por ello que le doy para la ocasión el bello título de “beso de fuego”. Este poema podría también ser bautizado: “El Cigarro o el quinto elemento” o “el Cigarro como prueba ontológica de la existencia del alma”.

¿Cuál es el destello que nos divierte y nos despierta en ese famoso poema?

Es ver que fumar un Cigarro es un arte que reaviva más meditación que penetración. Ciertamente, todo pensamiento profundo es ya en tanto que él mismo un sabor penetrante, que debe saber releer de la nota del corazón a la nota del espíritu, desarrollando aromas semi-azucarados, semi-especiados; quiero decir, pueden hacer vivir la dialéctica de lo ligero y lo serio con compás, detonación y regularidad satisfactoria.

Algunos dirían: “No es una diversión lo que nos proponen, es una escapada ¡impotente!” -Respondo prontamente que “quemar un Cigarro” no es ¡“tallar una pipa!”5 Y que nuestra diversión busca mostrar cómo el “quemador” o el fumador de Cigarro es una imagen vivaz, el resplandor mismo del arte de meditar ¿Y que es la meditación? Es ese dialogo del alma con ella misma, de la que bien habla Aristóteles. Es también, el salto al interior de sí, que la lengua de Cervantes dice en una palabra muy bella: Ensimismado. Salto cualitativo si es por buscar decir o traducir, un yo no se que, en nosotros, que Valéry sugiere maravillosamente en sus versos:

O pour moi seul, à moi seul, en moi-même,
¡OH! para mí solo, por mí solo, en mi mismo
Auprès d’un coeur, aux sources du poème,
A lado de un corazón, en las fuentes del poema
Entre le vide et l’événement pur,
Entre el vacío y el suceso puro
J’attends l’écho de ma grandeur interne,
El eco de mi grandeza interna espero
Amère, sombre et sonore citerne,
Aljibe amargo, sombrío y sonoro
Sonnant dans l’âme un creux toujours futur !

Un vacío siempre sospechado tañendo en el alma. ¿Pero nuestra imagen no es ella demasiado bella para ser verdad? ¿No será ella embellecida por la reflexión, la pintura vulgar de una sacudida impotente? Paciencia mi corazón. Leamos el poema de Mallarmé o ese beso de fuego que nos ocupa:


Toute l’âme résumée
El alma toda resumida
Quand lente nous l’expirons
Cuando lenta la expresamos
Dans plusieurs ronds de fumée
En varios círculos de humo
Abolis en autres ronds
En otros redondeles suprimidos


« Relier les connaissances » ou la métamorphose des disciplines

Por Nelson Vallejo-Gómez

« Armés d’une ardente patience »
Arthur Rimbaud


Un jour viendra où les historiens de l’éducation reconnaîtront en l’œuvre d’Edgar Morin l’un des
apports les plus significatifs pour comprendre, en amont, ce que la Loi française d’orientation et de
programmation pour la refondation de l’école de la République nomme socle commun de
connaissances, de compétences et de culture (Loi n° 2013-595). En effet, cette loi stipule, à l’article 13
modifié, que « la scolarité obligatoire doit garantir à chaque élève les moyens nécessaires à
l’acquisition d’un socle commun de connaissances, de compétences et de culture, auquel contribue
l’ensemble des enseignements dispensés au cours de la scolarité. Le socle doit permettre la
poursuite d’études, la construction d’un avenir personnel et professionnel et préparer à l’exercice de
la citoyenneté. »

On pourrait dire que toute l’œuvre de Morin est une encyclopédie, une propédeutique qui
converge à l’émergence d’un tel socle. Elle contribue à former la jeunesse et à montrer qu’il est
possible de répondre aux grands défis que les connaissances, les compétences et les cultures doivent
affronter, quand viendra la réforme concrète du système scolaire que les États-nations ont hérité des
temps modernes et du scientisme du XIXe siècle, et que nul n’ose réformer pour de bon, à en croire
les évaluations internationales qu’élabore l’OCDE. En effet, la réforme de ce système éducatif
remettrait en cause la pyramide des savoirs, des pouvoirs et les logiques binaires qui gouvernent la
mentalité d’un certain Occident guerrier, sûr de lui et conquérant, malgré sa crise notoire des
principes de gouvernance et de développement.

Celebración en la Unesco: Edgar Morin con Federico Mayor, Vallejo-Gómez, y Gustavo López Ospina. París, 1981

Depuis L’Homme et la mort (1951) jusqu’à Enseigner à vivreManifeste pour changer l’éducation (2014), en passant par Le Paradigme perdu : la nature humaine (1973), L’Unité de l’Homme
(1974), Relier les connaissances – le défi du XXIe siècle (1999), La Tête bien faite (1999), Les Sept
Savoirs nécessaires à l’éducation du futur
(1999-2000), sans évoquer ici directement, mais en
filigrane, son Opus Magna, La Méthode (6 tomes, 1977-2004), Edgar Morin n’a eu de cesse de
considérer comme fondamentale une révolution cognitive, qui passe par une réforme de l’éducation,
un changement de paradigme et de mentalités. Sans cette réforme, comment prendre conscience
de la nécessaire métamorphose de l’humain en humanité, en vue de son salut ? Car l’homme, où
qu’il se trouve aujourd’hui, est en mesure de voir et d’entendre numériquement global, sans pour
autant prendre conscience qu’il faut penser global, i.e. relier, relier, relier pour affronter les défis
de la complexité. «Nous sommes dans ce monde global confrontés aux difficultés de la pensée
globale, qui sont les mêmes que les difficultés de la pensée complexe» Sans la pleine conscience
du penser global se poursuivra l’auto-éco-aveuglement, qui ignore que le cercle de la production,
de la consommation et de la destruction, cercle vicieux et infernal, ambitieux et égoïste, barbare et
cruel mène à la ruine individuelle et collective. Une telle réforme appellerait aussi à une science
avec conscience pour humaniser le monde, et à une conscience avec science pour ne pas le rendre
idéologique, fétichiste ou égocentrique.

En somme, Edgar Morin peut être appelé l’éducateur-type d’une civilisation terrienne à l’ère
planétaire, comme jadis, mutatis mutandis, Homère le fut pour la civilisation de l’Antiquité
grecque. Toute l’œuvre morinienne converge en une sorte d’éthique du bien-penser, en Socle
commun pour une politique de civilisation. Edgar Morin donc, l’éducateur planétaire !

Morin a toujours été un rebelle pour l’institution universitaire sclérosée. D’aucuns s’étonneraient de sa célébrité tardive, alors que son œuvre colossale se trouve aujourd’hui traduite dans plus de 32 langues, qu’il a reçu plus de 30 doctorats Honoris causa à travers le monde, et que l’on peut dire de Morin, avec admiration pour l’œuvre et respect pour l’homme, ce qu’Alain Touraine a dit en 2001, lorsque nous avons célébré les 80 ans d’Edgar à l’UNESCO : « Voici un sociologue planétaire ! » À quoi, nous avons ajouté, pour donner le titre à l’hommage d’alors, organisé avec l’aide de Gustavo Lopez Ospina et en présence de Jack Lang et de Federico Mayor : « Morin, l’Humaniste planétaire ».