Edgar Morin y Nelson Vallejo-Gomez en el Templo de Pachacamac, Lima, 2007
Por Nelson Vallejo-Gómez
Traducido del francés por Mercedes Vallejo (Universidad de Antioquia)
«América Latina es un semillero de complejidad que vive a la temperatura de su propia destrucción, de su propia creación, es la esperanza de metamorfosis para Occidente».
Edgar Morin
La recepción de la obra de Edgar Morin en América Latina es la aventura humana del mestizaje y la complejidad en extremo occidente. Sus iniciados buscan inspirarse para salir del laberinto de las soledades, para combatir la violencia y la corrupción, la crueldad y la indiferencia de toda índole, para contrarrestar la estupidez de la objetividad obsesiva en la racionalización instrumental, la subjetividad delirante en las ideologías, para aprender de las cegueras del conocimiento, que son el error y la ilusión, entrelazando ciencia con consciencia, para luchar por los principios de un conocimiento pertinente en la gobernanza y la gobernabilidad de un estado de derecho, para enseñar aprendiendo la condición humana y la identidad terrenal, las incertidumbres y la comprensión, para regenerar la ética del género humano, en tanto reconocimiento cuidadoso de la espada a doble filo: homo sapiens ↔ demens, es decir la religación en todo pensamiento, acto y omisión de la trinidad encarnada: individuo ↔ sociedad ↔ especie, en fin, para darle un sentido dialógico en clave Poética de Civilidad al bucle vivencial: sexo, sentimiento y pensamiento, en lo íntimo, lo privado y lo público, en lo responsable, lo solidario y lo fraterno.
La obra de Morin no se comprende en América Latina como un esquema teórico, estructuralista o existencialista al estilo Sartre o Althusser, Lacan o Foucault y, mucho menos, al estilo Bourdieu. Estos han tenido y tienen aún su altar respectivo en el legado latinoamericano de corte euro-centrista; se han construido en sus nombres fronteras disciplinares a la imagen del Viejo Continente.
Lejos de ser la de un “espíritu dominante y seguro de sí mismo” −como decía Raymond Aron de Pierre Bourdieu−, la obra de Morin es acogida en los países latinoamericanos como la aventura interdisciplinar de un genio marginal y un partisano inspirador, que busca vincular los saberes académicos con el conocimiento legendario de la experiencia vivida.
Laboratorio de complejidad por excelencia, el estudio de los pueblos y de la sociedad multicultural en América latina muestra que la jerarquía de los saberes es el juego de poder en donde los vencedores imponen su marca; que las lógicas del conocimiento relacionan paradigmas que, a veces, compartimentan lo real y, otras veces, lo religan. Por esto, el pensamiento complejo de Morin se puede entender como una estrategia de pensamiento en acción y acción pensada, que busca aprehender la complejidad del individuo, de la sociedad y de la naturaleza.
Entonces, ¿qué pasa con esta recepción? ¿A qué se refiere? ¿Dónde están los hombres y las mujeres, incluso las instituciones que hoy en día animan la causa y la misión de Morin en Extremo Occidente? ¿Por qué Morin considera que América Latina es como un “semillero de complejidad”, un “laboratorio” para el Pensamiento Complejo, para la causa, la misión y la obra moriniana? ¿Cómo y por qué el mestizaje latinoamericano podría ser como el supplément d’âme –si se piensa en Henri Bergson– para tener una comprensión contemporánea de la condición humana a escala planetaria, para la aprehensión de un universal concreto, viviente y regenerado, para ser un reservorio po-ético de humanología para la Tierra-Patria?
Ya veremos cómo y por qué esta recepción ha pasado y pasa todavía por las personas, antes de ser una obra que se ponga bajo el cristal de las instituciones escolares o universitarias.
La recepción de la obra de Morin es una aventura humana y personal. ¿Será acaso una de las razones por las cuales dicha recepción sigue siendo más individual y hasta anarquista?