El « jardín de los lulos de oro »

Entrevista a Nelson Vallejo-Gómez – Por Sophia Rodríguez Pouget (El Tiempo – Literario Dominical – 09/02/2003)

Hace veinte años, un joven colombiano, nacido en Medellín, que tenía desde muy niño talento para la poesía, interés por la literatura francesa del siglo XIX (la de los llamados “poetas malditos” como Rimbaud o Baudelaire) y muchas inquietudes por conocer otras culturas y países, decidió empacar maletas e irse a estudiar Filosofía en la Universidad de la Sorbona de París, en el país que siempre tuvo atravesado entre sus sueños: Francia.

Su historia es como de novela. Porque este colombiano, que realizó desde los oficios más sencillos para poder quedarse continuando sus estudios en París, fue demostrando poco a poco sus destacadas capacidades humanas e intelectuales hasta llegar a ocupar cargos importantes en el gobierno francés como es el de asesorar al gabinete del Ministro de Educación. Ha sido secretario privado de Edgar Morin y ha estado al frente del secretariado ejecutivo de la “Academia de la Latinidad”, un novedoso proyecto que creó en el año 2.000 con el mecenas brasilero Cándido Mendes de Almeida. En la actualidad, es funcionario titular del Ministerio de Educación y Director del departamento « Américas » en la dirección de relaciones internacionales.

NELSON VALLEJO-GÓMEZ es uno de los “talentos fugados” de Colombia, uno de los colombianos más destacados en el exterior, una persona que está dejando muy en alto el nombre de Colombia. Alguien que aun en la distancia sigue atentamente el devenir del pais. De entrada, Vallejo-Gomez precisa « que no se trata de un “cerebro fugado”. Se trata de alguien que a los veinte años se encontró estudiando filosofía en París, confrontándose con el descubrimiento de otra cultura, de otro tipo de vida, de otro idioma y que poco a poco tuvo que salir adelante, construyéndose a sí mismo. De tal manera que, ante todo, mi vida ha sido una especie de construcción personal. Yo creo que todos, sin importar el lugar del mundo en el que nos encontremos, estamos confrontados a esa construcción de nuestra propia personalidad. Y, en ese camino, se trata de saber si nos quedamos encerrados en nuestro propio universo familiar, cultural, o de simple barrio, o si somos capaces de enfrentarnos con ese misterio que representa entender el mundo, la conciencia planetaria de hoy en día ».

Al recordar la niñez “paisa”*, nos cuenta que ante todo le hacen falta « las montañas, la luz, esos colores verdes de la tierra antioqueña. En el sur de Francia, uno encuentra el amarillo brillante y el azul de las noches de verano. Las «noches azules» de los países de estaciones que tanto cantó Neruda y que no conocemos en el Trópico. También me hace falta el entusiasmo, la simplicidad, la capacidad de entusiasmarse rápidamente por mil cosas. Estudié en el Liceo de la Universidad de Antioquia -o Liceo Antioqueño- que desafortunadamente, por razones de incompetencia en el manejo de la educación regional en Medellín, se dejó cerrar de manera definitiva.

Con él, se ha ido a pique toda una generación de eminentes profesores que sacaron muy adelante a los jóvenes estudiantes de bachillerato de Antioquia. Recordemos que muchos de los egresados del Liceo Antioqueño han sido ministros, alcaldes de Medellín, rectores de universidades, y hoy en día este Liceo ya no existe. Eso parece increíble si pensamos que fue un Liceo creado a comienzos de siglo, en 1.901. » ¿Cómo es que, a los 18-19 años, un joven de raíz “paisa” se obsesiona con la idea de ir algún día a París y, luego, de quedarse “contra viento y marea”?

¿Por qué Francia?

«Por mi padre, que se casó en primeras nupcias con francesa en Paris, en los años cincuenta, y tuvo dos hijas. Fue el primer hilo con Francia. Luego, al regresar a Colombia, se casó en segundas nupcias con mi madre y tuvo seis hijos. Nosotros nos criamos en Medellin con las dos hermanas medias, que en 1974 se fueron a vivir con su madre en Paris. A pesar de la distancia, seguíamos manteniendo con ellas una relación epistolar, sobre todo con la mayor : Geneviève. Ella me decia : cuando termines el bachillerato te vienes a estudiar a la Sorbona. Para mí, por supuesto, eso era una especie de sueño pero no un proyecto personal o una meta que me hubiera trazado, como alguien que termina su carrera universitaria y va a Francia a hacer una especialización. Cosa que incluso, entre otras razones, es lo que yo ahora le aconsejo a la gente: que primero terminen su carrera profesional, luego sí vayan a hacer una especialización al extranjero y finalmente regresen con esos conocimientos a su país de origen. Porque, de lo contrario -como me ocurrió a mí- es muy difícil que regresen, si empezaron tan temprano su recorrido por el extranjero. Claro que cada quien tiene su propia experiencia de vida…, su destino ». ¿En alguna oportunidad, en estos veinte años que lleva por fuera de Colombia, ha añorado a su país? ¿ha pensado que puede estar cercana la posibilidad de regresar?

El jardín de los lulos de oro

« Regresar al “Jardín de los lulos de oro”, como decía Porfirio Barba Jacob, para alguien que se ha ido muy temprano de ese “jardín”, y que se ha vuelto una especie de errante, de ciudadano planetario, es muy difícil. Claro que es como un sueño querer regresar al «jardin de los lulos de oro». Eso le puede entusiasmar a uno; darle ánimos para seguir socavando futuro. Para mí la pregunta sobre el “regresar” se combina a su vez con el pasado y con el futuro. Porque uno también puede «regresar» para ir al futuro, para construir porvenir. A veces me preguntan : «cuando vas a volver a Colombia?» Y pienso: «de vacaciones? Para vivir? Para revivir el pasado?» Esas preguntas se mezclan. Y con el pasar de los años, la pregunta ahora me la he formulado de otra manera concreta: ¿qué puedo aportarle al futuro de Colombia, mi país-materno –como uno dice la lengua materna- desde Francia, mi país-patria, en un contexto mundial? Estoy desarrollando el tema en un ensayo titulado « corto tratado del equilibrio de identidades ». He mantenido lazos fuertes con Colombia. En los años ochenta fui corresponsal de “La Patria” (Manizales), de “El Colombiano” (Medellín), y luego en 1.990 escribí para “El Espectador” en relación con la Universidad Nacional.

En esa etapa, mientras yo hacía mi carrera de filosofía en la Sorbona, estuve muy ligado al devenir colombiano y, al mismo tiempo, atento a lo que sucedía en Francia. Me interesaban temas como, por ejemplo, la primera cohabitación política -en 1.986- para definir en dónde se encontraba el poder, si en los socialistas o en los de derecha; también, los primeros experimentos que se hicieron en Francia de “bebés-probeta”. Eran, además, temas de mucho interés para Colombia. Recuerdo que, igualmente, escribí sobre el proceso centroamericano, el sueño de liberación de Nicaragua; la relación entre la Biblia y El Capital de Marx, etc. Hice muchos artículos de filosofía y de literatura sobre Michel Foucault y la relación al poder, sobre la muerte de Foucault, las cartas íntimas de Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, la muerte de Chagall… Era una manera de interesar a todas aquellas personas que vivían en pequeños pueblos colombianos, o en ciudades de provincia como Manizales, hacia temas de Francia y del mundo. Esa ha sido un poco mi manera de estar ligado al país. Por otra parte, he tenido también la fortuna de viajar constantemente. Lo hice desde que empecé a estudiar. Iba cada año, o cada dos años, con el dinero que ahorraba trabajando en las vendimias. Como estudiante, siempre era muy fácil tener precios baratos.