Europa, una identidad caleidoscopio

Nelson Vallejo-Gómez

Petición de desnacionalización de la Nación. En la era del respeto a la dignidad humana desde una visión cosmopolita

El rapto de Europa – escena mitológica, pintura de Francisco de Goya

Los pueblos pacificados, que aran las llanuras y costas de la placa del subcontinente asiático llamado Europa desde hace más de dos mil años, buscan una marca de reconocimiento identificable por ellos mismos y por los demás. Como todos saben, a partir de la investigación de Heródoto (año 400) sobre el rapto de una hija del rey de Sidón, “Europa” es un nombre de origen mítico y en sentido caleidoscópico, que designaba para la Antigüedad griega el desconocido continente norte de su propio territorio. Para las ciencias de la Tierra, Europa es una entidad geográfica sin fronteras naturales. Tiene menos consistencia geofísica, por ejemplo, que el subcontinente indio.

En cuanto a las fronteras internas que la identifican como una cultura europeizada clara y distinta, Buenos Aires, Nueva York, Cabo Verde, Alejandría o Estambul podrían igualmente reclamarlas. A Borges le gustaba decir a los europeos “nativos”, respondiendo a la pregunta de Paul Valéry –¿Pero quién es europeo?– que los norteamericanos o los sudamericanos son en realidad los únicos que pueden pretender ser “europeos”, entendiendo que en Europa, dados los nacionalismos rabiosos, sólo sabemos ser franceses o alemanes, ingleses o españoles, rusos o polacos…

La identidad de Europa es como un caleidoscopio que intentaremos evocar aquí. Entre sus figuras, hay una, inédita, que nos interesa especialmente y cuya “marca de reconocimiento” está en proceso de ser afirmada. Para entenderlo bien, necesitamos un nuevo paradigma, que está surgiendo y que requiere un cambio de mentalidad, es decir, una especie de “crisis de identidad” cuyo proceso cultural o mestizaje global está en marcha. Se trata, en efecto, de esta entidad política y moral en marcha que lleva el bonito nombre de Unión Europea. Aún no es el nuevo apellido de la “Hija de Sidón”, porque toda Europa aún no está unida y está lejos de ello. Rusia, por ejemplo, debería primero autocriticarse