Para pensar la complejidad latinoamericana

Entrevista con Edgar Morin

(Entrevista realizada en París en ocasión del 1er Congreso Inter-Latino para el Pensamiento Complejo (CILPEC), en el Instituto del Pluralismo Cultural de la Universidad Candido Mendes, Rio de Janeiro, del 08 al 11 de septiembre de 1998)

Edgar Morin (izq.) y Nelson Vallejo, en Rio de Janeiro, en el Congreso de la Asociación por el Pensamiento complejo


Nelson Vallejo-Gomez «Edgar Morin, en tanto que presidente de la APC, usted organiza en el Brasil, en América del Sur, el 1er CILPEC. Momento importante para la Asociación, ya que ella reúne, con la ayuda de la UNESCO, de la Universidad Candido Mendes y de diversas Fundaciones europeas, un gran número de investigadores que trabajan en los países latinos el tema de la complejidad. ¿Cuál es la génesis y cuáles son los objetivos de este Congreso?»

Edgar Morin – «Yo me acuerdo, remontándome lejos en mi propia memoria, la pasión por América Latina que me vino después de la 2da Guerra Mundial, cuando se presentó el grupo musical «Los Guaraníes». Esta música, de aires precolombinos hispanizados, como «Carnavalito», crea en mí un primer elemento mitológico de atracción por este Continente y sus habitantes, donde el mundo indio tenía un lugar importante. Antes ya había leído con emoción los relatos que contaban la destrucción de la civilización precolombina por parte de los «Conquistadores».

Otros elementos vinieron luego a mí, como la admiración por la cultura mestiza del Brasil. Este amor virtual por América Latina se cristalizó a finales de los años 1950: me invitaron a un Festival de cine en Mar del Plata, Argentina. En los años 1960, fui profesor invitado en la FLACSO (Facultad latinoamericana de Ciencias Sociales), creada por la UNESCO en Chile. Aquello me permitió etapas muy ricas existencialmente para mí en el Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador, México. Son entonces estos elementos personales de mi apego por América Latina.

Ya en esta época y mucho más hoy, el género de pensamiento que me parece esencial, que yo llamo «pensamiento complejo», las problemáticas que él engloba, era mejor entendido por los intelectuales latino-americanos que por los franceses; como si la rigidez intelectual, las compartimentaciones, las jerarquías intelectuales de la vieja Europa del norte no existieran en estos países latinos; y como si, más que en otros países, hubiera entre los intelectuales y entre todas las personas de estas naciones latino-americanas una voluntad de comprehensión de los problemas globales, una preocupación por el destino del pueblo. No es casual que el populismo haya sido algo tan importante en su pasado político.

Hace dos años, durante la preparación en Bogotá y en Medellín de los primeros congresos colombianos sobre el «pensamiento complejo», todo se cristaliza. Veo que las diferentes personas, de horizontes y de disciplinas distintas, se encuentran en Medellín y constatan que, sin conocerse, ellos trabajan sobre las mismas preocupaciones y están animados por el mismo cuidado de relacionar los saberes, de tener un pensamiento concreto y vivo. Se constituye entonces allí una red nacional espontánea sobre el pensamiento complejo.