El cigarro o el beso de fuego -Divertimento alrededor de un poema de Mallarmé

Retrato de Mallarmé por Edouard Manet (1876, Musée d’Orsay)

Por Nelson Vallejo-Gómez

Ponencia ofrecida en París el 21 de mayo de 2002, en el Club de la Casa del Habano, y publicada en la revista ALEPH, n° 122, julio/septiembre 2002 – Manizales, en traducción del francés de Beatriz Nates Cruz (Universidad de Caldas, Manizales), revisada por el autor.

“…Testimonie algún cigarro…”
Mallarmé

La diversión es una cosa demasiado seria como para dejarla solamente a los payasos y demasiado ligera como para confiarla únicamente a los filósofos. Yo propongo, ya veremos por qué razón, confiarla a los fumadores de Cigarro. En efecto, la diversión es como un gran Puro en el cual la identificación por los sentidos proporciona un juego rico y complejo. Un destello de espíritu, más que un destello de risa, nos pone en su presencia donde el aburrimiento es por oposición la huella misma de su ausencia. Yo os invito así, a mantenerse entre la pesadez de las cosas y la levedad del cigarro. Yo os invito a la diversión, es decir, a los ejercicios espirituales. Dicho de otro modo, yo os invito a comprobar por medio del Cigarro la prueba ontológica de la existencia del alma.

Veremos más adelante si, cuando abordemos en serio la pregunta que nos ocupa, tratándose de Cigarro, irá de ejercicios espirituales o eróticos, o si la puesta del beso de fuego, es ser a la vez todo un Eros animado, un circulo ardiendo alrededor de una trompeta color café o el enrojecimiento motor de un cigarro inmóvil. De otra parte, veremos si de todos los besos de fuego, aquel del Eros es el más ardiente de todos. Puesto que hay también Fuegos que queman del interior, consumiéndose ellos mismos y en el cual el beso vive en suspenso. Puede ser que el Cigarro sea allí la prueba por el fuego justamente de una quemadura siempre esperada sin ansiedad, y siempre deseada sin sufrirla. Entre llama y ceniza, el cigarro es un círculo de vida en un cilindro vegetal donde

avivan los cuatro elementos3 constitutivos de nuestro universo: el fuego y el aire, el agua y la tierra. Ellos podrían llenarnos, si solo bastase el va y viene como para hacer subir el agua a la boca sin tener por eso mismo el fuego en otra parte.
Es por ello, que la diversión remite a un quinto elemento. Parafraseando a Pascal4, podemos decir que todo el amargor de un cigarro viene del fumador que no divierte la diversión. Puesto que divertirse es antes que nada entretenerse. Estar, por decirlo así, enamorado de una musa. En fin, un Cigarro os falta y la musa ha salido huyendo. Entre las Musas la poesía es verdaderamente la más esclarecedora, la más espiritual. Ella testimonia por consiguiente, el quinto elemento evocado, a saber, el espíritu o el alma, desde el cual el poema de Mallarmé nos habla. Es por ello que le doy para la ocasión el bello título de “beso de fuego”. Este poema podría también ser bautizado: “El Cigarro o el quinto elemento” o “el Cigarro como prueba ontológica de la existencia del alma”.

¿Cuál es el destello que nos divierte y nos despierta en ese famoso poema?

Es ver que fumar un Cigarro es un arte que reaviva más meditación que penetración. Ciertamente, todo pensamiento profundo es ya en tanto que él mismo un sabor penetrante, que debe saber releer de la nota del corazón a la nota del espíritu, desarrollando aromas semi-azucarados, semi-especiados; quiero decir, pueden hacer vivir la dialéctica de lo ligero y lo serio con compás, detonación y regularidad satisfactoria.

Algunos dirían: “No es una diversión lo que nos proponen, es una escapada ¡impotente!” -Respondo prontamente que “quemar un Cigarro” no es ¡“tallar una pipa!”5 Y que nuestra diversión busca mostrar cómo el “quemador” o el fumador de Cigarro es una imagen vivaz, el resplandor mismo del arte de meditar ¿Y que es la meditación? Es ese dialogo del alma con ella misma, de la que bien habla Aristóteles. Es también, el salto al interior de sí, que la lengua de Cervantes dice en una palabra muy bella: Ensimismado. Salto cualitativo si es por buscar decir o traducir, un yo no se que, en nosotros, que Valéry sugiere maravillosamente en sus versos:

O pour moi seul, à moi seul, en moi-même,
¡OH! para mí solo, por mí solo, en mi mismo
Auprès d’un coeur, aux sources du poème,
A lado de un corazón, en las fuentes del poema
Entre le vide et l’événement pur,
Entre el vacío y el suceso puro
J’attends l’écho de ma grandeur interne,
El eco de mi grandeza interna espero
Amère, sombre et sonore citerne,
Aljibe amargo, sombrío y sonoro
Sonnant dans l’âme un creux toujours futur !

Un vacío siempre sospechado tañendo en el alma. ¿Pero nuestra imagen no es ella demasiado bella para ser verdad? ¿No será ella embellecida por la reflexión, la pintura vulgar de una sacudida impotente? Paciencia mi corazón. Leamos el poema de Mallarmé o ese beso de fuego que nos ocupa:


Toute l’âme résumée
El alma toda resumida
Quand lente nous l’expirons
Cuando lenta la expresamos
Dans plusieurs ronds de fumée
En varios círculos de humo
Abolis en autres ronds
En otros redondeles suprimidos