Ciro Alegría Varona. Foto UPLA
Ciro Alegría Varona se subió a una escalera y no se volvió a bajar ni a subir, como si fuera la Escalera de Jacob, la última o primera tentativa de habitar con su vida y pensamiento alguna Torre de Babel; me consuela recordarlo así.
Por Nelson Vallejo-Gómez
Desde la creación del HAY FESTIVAL de Arequipa (Perú, 2015) y gracias a su promotora
cultural, Ángela Delgado Valdivia, se estableció un convenio de cooperación con la Fondation
de la Maison des Sciences de l’Homme (FMSH-Paris); he tenido el honor y el placer de
coordinar ese convenio y de participar en varias de sus actividades, en particular en las del 7
al 10 de noviembre 2019, “Imagina el mundo”, donde tuve el último encuentro, memorable,
con el filósofo peruano Ciro Alegría Varona. Compartimos un mano a mano sobre la
democracia y sus peligros en el teatro del Centro Cultural Peruano Norteamericano, donde
Ciro desplegó la sutileza y la elegancia de un pensamiento firme, sereno, marcado por un
pesimismo lucido y un optimismo hecho de amistad y empatía humanística y mundana.
Cuando nos encontramos, frente a la Galería de Arte del Cultural donde mi amigo Ricardo
Wiesse exponía su última muestra, su afabilidad característica me recordó aquel adagio de
uno de sus tíos, que Ciro gustaba citar como fundacional a la relación intersubjetiva: “a las
personas se les conoce por la forma en la que tocan a la puerta”. Digamos, que también se les
conoce por la forma en la que saludan o responden al saludo, cuando se abre o se cierra la
puerta del encuentro con el otro, cuando prima la mirada franca, la afabilidad y la sonrisa en
los labios, como Ciro lo hacía. Tenía la elegancia de quien saluda desde la dignidad de la
persona, mirando a los ojos con simpatía y sin prejuicio, desde el espíritu, como si en un simple
gesto se estuviera poniendo en práctica, encarnando, la declaración de los derechos del
hombre y del ciudadano. Era a su vez profundamente peruano y totalmente cosmopolita.