A “BASTILLAS LITERARIAS”, LA LATINIDAD AGRADECIDA

Versión de una conferencia presentada en el 3er Seminario internacional Latinidad y Herencia islámica, realizado por la Academia de la Latinidad (París, marzo de 2003). Traducción del francés por: Béatriz Nates Cruz (Universidad de Caldas-Colombia).

Nelson Vallejo-Gómez

La Academia de la Latinidad fue fundada en Río de Janeiro, el 13 de marzo de 2000. Su filiación, compleja, conlleva siglos. Academia, por ejemplo, es el nombre griego de una de las más famosas escuelas de filosofía de todos los tiempos, fundada por Platón y sus discípulos hacia el 387 A.C., en un jardín consagrado al héroe ateniense Academos. El cartel de entrada rezaba un precepto pitagórico: “nadie ingrese aquí si ignora la geometría”. Predominaba la amistad y la enseñanza oral. No sabemos si los “diálogos” de Platón, que la animaban, son transcripciones de aquellas lecciones orales, en particular las de su maestro Sócrates, condenado a muerte por el Tribunal de Atenas, 11 años antes, por no reconocer ningún Dios oficial y sobre todo por desestabilizar irónicamente a los maestros públicos cuando se pretendían sabios y virtuosos, o si los famosos discursos eran comentarios de los “textos” de Platón. Por eso mismo sigue abierta la pregunta de la filiación. Plagiando a Borges, que plagia a Bernard Shaw, digamos que en realidad Sócrates parece ser un personaje inventado por ese genial novelista llamado Platón, quien heredaba por demás en sus diálogos no solamente la grandeza inmemorial de la civilización griega, sino la efervecencia intercultural del Mediterráneo, cuenca ancestral entre Oriente y Occidente.

Latinidad lleva, entre otros elementos, muchos del platonismo, asimilados por el cristianismo durante siglos macerados y puestos de nuevo al intercambio abierto de culturas. Como Sócrates, Jesús no reconoce los ídolos del poder en plazas ni los de tradiciones paganas; igualmente desestabiliza a los Doctores de la Ley. Sus lecciones magistrales, en forma de parábolas, fueron recogidas por los evangelistas. Siguiendo el juego literario borgiano, uno podría decir que Jesucristo es el genial personaje inventado por cuatro novelistas magistrales: San Juan, San Lucas, San Marcos y San Mateo. Sin embargo, estamos en presencia de un juego maravillosamente serio. Como quien, encerrado en un laberinto, descubre la trama secreta que lo libera; como quien, solo, triste y desesperado, recibe hospitalidad, alegría y esperanza; como quien conoce únicamente la Ley del Talión y la venganza, y de pronto descubre la maravilla del amor y del perdón. Entre la palabra iluminada transmitida por el Evangelio y el alma de partera del platonismo socrático hay una profunda filiación: cosa que se forja no como retórica racionalista, sino como sabiduría de cuerpo y alma, como lo resucitado, como lo que da a luz y para lo cual importa tanto lo justo como la justicia, lo bello como la belleza, lo bueno como el bien.

De la misma manera, las tramas complejas de la Academia de la Latinidad se albergan en los jardínes del Renacimiento italiano hacia 1600, bajo los auspicios de Lorenzo de Medicis, y en las orillas del Sena, en París, bajo los de Richelieu.