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Merusaglia (Córsega)

Por Pablo María Delmar

Primavera 2025

Por estos viejos senderos de piedra sube uno a la Iglesia de Santa Reparata, en Merusaglia (escrita en lengua corsa), uno de los pueblos del distrito (Piève du Rustinu), en las montañas de Castaños, al norte de la isla. Antaño subían y bajaban las cargas de harina de castaña, quesos de cabra y corderos para el trueque. Me recuerdan los caminos de herradura en la finca de mi abuelo en Riogrande, por los Andes de Antioquia, en Colombia.

Santa Reparata está construida en piedra con un plano arquitectónico inspirado en iglesias del Romano primitivo. Tiene el honor de ser ahí donde bautizaron, en el siglo XVIII, al Padre de la Patria Córsega, Paquale de Paoli.


Primavera de 2024

Un rayo de luz diáfana atraviesa la ventana y me despierta.

Me levanto, agradeciendo la aurora.

Bajo a la cocina y preparo un café para Sophie.

Abro la ventana de la puerta de vidrio que da al patio de entrada, y de súbito, dos perros me saltan al pecho, me asustan; les respondo el saludo y juego con ellos un momento.

El uno es Neru, el labrador negro del vecino, que siempre nos recibe y nos acompaña durante la estadía, porque juego con él y le doy pedazos de cualquier cosa, come de todo. Es un goloso.

El otro, no lo conozco. Se parece a Neru. Más joven y con una mancha blanca en el hocico. Muy juguetón. Brinca sin cesar.

Los dejo. Cierro la puerta de vidrio. Subo el café a Sophie. Me acuesto y medito unos minutos.

De repente, un aullido en tres notas crescendo en agudo mortal me hace saltar de la cama y abrir la ventana.

Veo al joven compañero de Neru arrastrar las dos patas traseras durante tres o cuatro metros, a todo el frente de la casa, y desmoronarse en medio de la ruta que atraviesa la vereda CasaNova de Morosaglia.

Al lado, hay un hombre con las manos en la cabeza que jura y se lamenta; dice que no iba rápido, que el perro se tiró sorprisavemente por debajo del pik up Toyota, cuadrado unos metros más abajo.

Me visto y salgo. Varios vecinos preguntan quién es el amo. Gerardo e Inés, de la vereda de abajo. Los llaman y les dan la noticia nefasta.


Otoño 2018

Entre la noche del 28 y la madrugada del 30 de octubre, toda la isla de Córsega estaba en alerta roja, porque una tempestad de lluvia, granizo y nieve la atravezaba, con borrascas violentas que arrancaron árboles, techos y sacaron lanchas y veleros del puerto de Bastia. Al otro día, las cimas de las montañas amanecieron blancas y un montón de árboles no resistieron. Yo estaba refugiado en una casa de piedra, construida adrede contra tempestades, en las montañas de Rustinu y Castagniccia, en el corazón del norte de la isla. Refugio que me sirvió para leer los dos tomos de la Vida y Obra de San Vicente de Paul, escrita por el Comte Marie-Théodore de Buissièrre, y publicada en 1850 (¡con autorización episcopal!). El autor considera que su héroe representa el Alma espiritual de Francia, en el Siglo XVII, mientras los Cardinales Richelieu y Mazarin son las figuras del poder político y de la ambición de poder terrenal, que provocan guerras, hambrunas y pestes: la guerra en Europa para el uno, la guerra civil en el Reino de Francia para el otro. En fondo político y espiritual, un campesino de los Pirineos franceses marcará la historia espiritual de la cristiandad europea. El autor considera que, para la Francia de mediados del siglo XIX, «bajo influencia de profetas del comunismo y del socialismo», que predican «felicidad terrenal» y «derechos por encima de deberes», la vida y obra de Vicente de Paul, basadas en Humildad y Simpleza, deberían ser los puntos cardinales del comportamiento humano. El autor desconoce el aporte socio-político y cultural de la Revolución francesa, y del comienzo catastrófico de las instituciones republicanas. Tal no es su tema principal. Era una época en donde todavía, algunos creían que una nación tan compleja, como la francesa, se podía gobernar con los únicos preceptos del Evangelio. El entramado ley positiva y ley moral sigue pendiente. Las fracturas sociales también. A César lo que es del César…

Con todo, dos tomos y 700 páginas dejan una lección asombrosa, cuando se lee en filigrana: inspirar actos y pensamientos en la Vida y Obra de Vicente de Paul equivaldría a orar mental y pacientemente, a responder con Bienes a lo maligno, con Honores a la perfidia y a la mezquindad, a esperar que no hay mal que por bien no venga. El biógrafo precisa que el Santo reconocía que todo eso parece paradójico para quien no oiga lo inaudible y no vea lo invisible, para quien, en Suma, carezca de Ciencia celestial. Vincent de Paul se cuidaba de la ciencia positiva y terrenal, cuando la confiscan los Doctores y Sabios, por aquello de los conflictos eruditos y las disputaciones bizantinas; graciosamente, sus accepciones y visiones de lo humano y lo mundano inclinaban a la santidad y se cuidaban de la sabiduría. Toda la distancia entre Atenas, Jerusalén y Roma.

Ad Augusta per Angusta 🙏


Verano del 2017

Cuando construían los muros en piedra de las casas en el pueblo de Merusaglia (en corso), región de los castaños (Castagniccia), colocaban herraduras para poder amarrar al burro o a la mula; eran los «Mustangs» por estos lares…

Cuando camino los senderos de las montañas del Valle de Rustinu, en los aledaños de Merusaglia, dos espíritus, oriundos de estos Apus corsos, me habitan: el General Pascal Paoli, genial Legislador y Organizador social del siglo XVIII; quien elaboró la 1ra Constitución para un estado democrático, basada en Confianza, Justicia, Trabajo y Libertad; quien vaticinó que la Administración de dicho estado debía ser como una casa de cristal, donde cada uno pueda ver lo que sucede, ya que la obscuridad favoriza lo arbitrario y entretiene la desconfianza de los pueblos.

El otro espíritu es el del bisabuelo materno de mis hijos, Don Antoine Raffalli, caporal durante la 1ra Guerra Mundial, Medalla de Honor; gracias a su coraje, mis hijas heredaron el privilegio de estudiar en el Colegio de La Legión de Honor, fundado por Napoleón, para las Señoritas Pupilas de la Nación. Me gusta su garbo en lo alto de su mula.


Verano del 2014

Las aldeas de estas montañas sufren el exilio de sus hijos. Las casas se mueren, abandonadas. Las piedras, querencia protectora, vuelven al orden natural de su desorden.

Los nietos de los nietos han olvidado la memoria que entretejía las piedras.

Desentrañadas y desalmadas, en ruinas olvidadas, se van estas casas señoriales.

Cuando las miro, escucho penas y alegrías que decifro en púdico silencio.