Por Nelson Vallejo-Gómez
Conferencia presentada en el VII Congreso Internacional de Educación ENCINAS Derrama Magisterial, Lima / febrero de 2017
“En el acto educativo están en juego las emergencias
socio-culturales, cognitivas y emotivas del
bucle virtuoso Naturaleza↔Individuo↔Sociedad”
Edgar Morin
Hay momentos críticos en la vida de una nación que ponen en peligro su convivencia y hasta de su existencia. Pueden venir de una catástrofe natural: terremoto o hambruna; pero también de una tragedia socio-cultural, en el seno mismo del tejido social o en el fuero interior de los individuos, corriendo el riesgo de provocar una guerra civil, que es la más atroz de todas las guerras, siendo las guerras todas, una atrocidad. Las catástrofes y tragedias también pueden generar un duelo incomprendido y recurrente, sin resiliencia o capacidad de recuperación efectiva, generando micro-fracturas y poli-crisis en el vivir individual y en el convivir colectivo, tanto a nivel de lo íntimo como de lo privado y lo público.
Se manifiestan entonces síntomas que ponen en crisis la estructura, los principios y valores, la razón de ser, el ideal mismo de una sociedad. Se hace visible la imagen de una comunidad desunida, de un proyecto socio-político desorganizado, carente de brújula y derrotero, con querencia nacional mal-amada y hasta des-almada.
Los atentados llamados comúnmente “terroristas” marcaron momentos críticos en Francia, durante el annus horribilis de 2015. En Cientos de personas, civiles desarmados, jóvenes en mayoría, profesionales ilustrados, fueron asesinados o heridos de gravedad en las calles, bares y salas de concierto parisinas. Sufrir la crueldad y la atrocidad en su propia capital tetanizó de horror, rabia e impotencia a la sociedad francesa. Una potencia mundial, que posee la bomba nuclear y uno de los ejércitos más fuertes del mundo, le dio al mundo la imagen de un país inseguro y expuesto al bumerang de una guerra planetaria que, desde el ataque, caída e implosión de las Torres Gemelas en Nueva York, está prejuiciada por la ideología del miedo y el terror planetario. Algunos han visto las figuras reales o virtuales de una “tercera guerra mundial”, a través del famoso eslogan: “choque de civilizaciones”.
Hay, en la sociedad francesa, una crisis laboral, económica y moral que recuerda la crisis de la 4ª República entre la 1ª y 2ª Guerra Mundial. Hay tiempos nublados y futuro cerrado. Edgar Morin dice que los hombres políticos de hoy son tan sonámbulos como lo fueran los de aquella época tristemente memorable. Hay conciencia de un mundo cuyos paradigmas han perdido coherencia y sentido, porque han sido vaciados de práctica memorial y tradiciones vitales. La sociedad francesa no logra afincar ni aceptar una nueva generación; hecha ésta de mestizos planetarios y ya no euro-centristas. Francia sufre en su clase media tradicional la angustia de una extraña pérdida de identidad. Y ya no basta con evocar el mito galo, como si fuera un hito fundador, pues grandes franceses, en la época de la 2ª República por los 70s del siglo XIX, ya lo habían cuestionado y vaciado de sentido. Recordemos al Príncipe de los poetas franceses, Arthur Rimbaud, poeta visionario por antonomasia, quien decía: “Tengo de mis antepasados galos el cerebro estrecho y la torpeza en la lucha”. Ese verso de autocrítica dice más que un tratado de sociología cultural.