La Batalla de Salamina según Wilhelm von Kaulbach (1868, Munich)
Nelson Vallejo-Gómez
«¿Es la cuerda del Arco la que triunfa?
¿Es la lanza con tapa de hierro cuya fuerza es victoriosa?»
Esquilo, Tragedia Los Persas (472aJc)
«Ponte en oración mientras enfrento esta batalla desigual y peligrosa»
Hidalgo Don Quijote de la Mancha (1605)
La hipótesis de este ensayo consiste en pensar La Batalla de Salamina, ahora que tenemos el honor y el placer de visitar por primera vez tierra persa, desde el método del pensamiento complejo moriniano.
Salamina era conocida en la Grecia Antigua como una de las ilustraciones del paradigma que marca la frontera entre Asia y Europa. Y este paradigma resulta ser, en la racionalidad instrumental, un paradigma de disyunción, de separación radical, ahí donde dos formas de vida se enfrentan, dos diseños políticos parecen ser supuestamente irreconciliables. Esa confrontación o mejor, dialógica paradigmática, es lo que voy a interrogar, a criticar. De hecho, tengo la intuición de que es a través de un lazo compuesto de Arco y de Lanza (símbolos de Grecia y de Persia) que sacaremos nuevas lecciones, sin objetivos ideológicos, lecciones que no conduzcan a distorsiones retóricas. Las oposiciones irreconciliables y maniqueas ignoran la complejidad, petrificadas en el orgullo sin sentido y la gloria sangrienta.
Además, como veremos más adelante, necesitamos para pensar, desde la complejidad, una tensión paradigmática entre lo complejo y lo disyuntivo, para religar las oposiciones complementarias y necesarias a cualesquier representación disyuntiva en pensamiento, palabra, obra y o-misión.
Por lo tanto los dos mundos, que vamos a religar más que armonizar, sólo están desajustados en consonancia con el paradigma de la separación o de la disyunción.
Necesitamos, por consiguiente, un entendimiento para captarlos en pensamiento, no total u holístico, sino complejo y, aquí y ahora, en un acontecimiento singular que mi singularidad hace revivir. No para reducir su singularidad, sino para promoverlos y verlos en una unidad plural, que se concibe para llegar a la concordia, cuando la coalición hace falta, para llegar a la tolerancia, si el acuerdo escasea, y quizás algún día, para llegar a la fraternidad planetaria. Estos dos mundos conservarán su significado y exclusividad.
Urge acotar que no voy a hacer un «placaje» histórico. No creo, al referirme a Salamina, ir del islote de la inconsciencia al de la distorsión, o, como diría Daryush Shayegan, hacer «placaje», es decir, «conectar dos mundos desajustados para integrarlos en el conjunto coherente de un conocimiento». El diálogo entre mundos distintos, alteridad y heterogeniedad, sólo es posible porque hay una falta. Este pedacito por el cual el pensamiento aspira a tanto, a casi el infinito (la imagen es del poeta Henri Michaux). Y el deseo es parte de ello. El deseo por la alteridad, el deseo por el otro en nosotros mismos y por nosotros mismos en el otro. Digo que la comprensión mutua de dos mundos requiere tanto el paradigma que los concibe de manera desarticulada como el paradigma que los religa en el pensamiento crítico de manera compleja.
No pierdo la esperanza de entender las singularidades, respetando al mismo tiempo su necesidad de irreductibilidad. Quisiera, simplemente, atrapar el hilo de oro del poeta Jean Giraudoux, que nos inspira este ensayo, cuando da una razón, quizás la única amorosamente valedera, por la cual La Guerra de Troya no tendrá lugar (Paris, 1935), en este diálogo poético entre el guerrero persa y el griego:
-Ulises: Conoces la razón de mi partida, Héctor…
-Héctor: La conozco. La nobleza.
-Ulises: No es precisamente por eso… Andrómaca tiene el mismo parpadeo de ojo que Penélope.