Nelson Vallejo-Gómez en los vericuetos de la complejidad

Carlos Enrique Ruiz (Aleph) entrevista a Nelson Vallejo-Gómez

En 2010, Carlos-Enrique Ruiz, director de la Revista ALEPH de Manizales (Colombia) nos sometió a un agudo cuestionario que, visto ahora, siete años después, recapitula para nosotros una trayectoria filosófica en el alba misma de un nuevo decenio. La entrevista resultó, desde el primer intercambio, una aplicación de la gran propuesta moriniana a problemáticas muy concretas como la relación insuperablemente disímil entre el ex imperio y la excolonia latinoamericana. Carlos Enrique, consciente de la intemporalidad de ciertas ideas (pero también de su necesaria actualización), ha mejorado e ilustrado hoy, como un diestro minero del conocimiento, este discurrir pensante que exige siempre un continuo cuestionamiento. De esta forma, la entrevista ve ahora de nuevo la luz en el n°180 de la Revista Aleph (enero-marzo 2017), que él dirige con vocación universalista desde la andina Manizales. Haciendo siempre gala de espiritualidad, generosidad y creatividad en el pensar, Carlos-Enrique Ruiz nos hace entrar de nuevo, para nuestro gusto, en lo que él llama los vericuetos de la complejidad.

Carlos Enrique Ruiz:¿Qué importancia le concedes al hecho de recordar los doscientos años de la independencia de algunas naciones latinoamericanas?

Nelson Vallejo-Gómez– El bicentenario de la independencia de España es también un momento oportuno para repensar lo que fue aquel proceso de independencia como tal, lo que queda de dependencia y la tarea pendiente, de cara al proyecto republicano. Entre los Estados-Nación que están festejando su independencia de España, veo en Chile la mayor capacidad de integrar una propuesta abierta, contradictoria y complementaria. En efecto, Chile ha presentado a la comunidad latinoamericana seis valores o aristas de futuro para conmemorar el bicentenario, más de cara al porvenir que en modo remembranza y nostalgia. Chile considera que el bicentenario de la independencia pone de manifiesto la revolución socio-política y cultural pendiente. Un país libre, independiente y revolucionario es una nación que integra la diversidad de sus razas, la diversidad cultural, un país que protege su medio ambiente, un país que está preocupado por un Estado social de derecho, democrático, un país que tiene políticas públicas basadas en el desarrollo a largo plazo: sostenible, competitivo y solidario. Si hay contradicciones en esos temas, deben verse desde la complementariedad, porque la competencia, basada únicamente en lo cuantitativo, lleva a la exclusión. La competitividad positiva está hecha de emulación, auto-eco-evaluación y prospección innovadora.

La celebración del bicentenario cuestiona de entrada la relación con España. Durante el año 2007 hubo un debate en España. El tema estaba entorno a la pregunta: ¿cómo acompañar a los países americanos que iban a festejar la independencia sin intromisión española? Pues, no correspondía a España festejar un momento histórico en que el imperio español perdió sus colonias americanas. A no ser que España propusiera una reflexión histórica de auto-evaluación positiva. Cosa impensable, visto el orgullo legendario español, que hace parte de la auto-ceguera de ciertas élites latinoamericanas. Conmemorar una derrota no parecía digno de un pueblo que se consideraba supremacía civilizadora y armada invencible. Conscientes del callejón sin salida, una corriente modernista española propuso poner cara a cara el proceso de independencia de las excolonias con el proceso de recuperación de la independencia española, ya que España estaba en esa misma época invadida por el ejército napoleónico.

Sinembargo, lo que me pareció curioso por parte del gobierno español, fue proponerle a los Estados-Nación de Latinoamérica, que iban a celebrar su independencia de España, que celebraran también la Constitución española de 1812, es decir, una Constitución monárquica, así las Cortes hubieran recuperado cierta autonomía local. En otras palabras, la España del 2010 quería compartir con los Estados-Nación de las repúblicas americanas, en el momento en que éstos celebraban el advenimiento del proyecto socio-político de Res-publica, una Constitución de régimen no-republicano, la monarquía parlamentaria que, además, había sido restaurada por Franco en un Golpe de Estado brutal; Franco, cuyos secuaces fueran los asesinos de la República española y de Federico García-Lorca.

España considera, sinembargo, que tiene una “monarquía moderna”, pero si miramos la constitución de 1978, el rey sigue siendo irresponsable como Rey. Es decir, que “como Rey” no se le puede juzgar. En efecto, El rey español está más allá de la responsabilidad y su eventual irresponsabilidad está más allá del bien y del mal, en tanto el rey no es una persona jurídica, sino la permanencia absoluta, la unidad metafísica de las provincias españolas. En tal caso, se entiende que el Presidente venezolano, Hugo Chávez, interpelara al rey de España en una reunión de países de la comunidad iberoamericana, preguntándole a la asamblea presente: ¿Qué está haciendo un rey que no es elegido por el pueblo en una reunión de presidentes elegidos por el pueblo?

El Reino de España tiene un problema histórico, jurídico y constitucional pendiente, en relación con las repúblicas americanas, pues la figura estatal latinoamericana se inspira más de la Revolución Francesa y se elabora en oposición a la historia de la monarquía española. Por lo demás, España no ha hecho totalmente el duelo del golpe de Estado que Franco le dio a la República.

Con el fin de evitar las contradicciones fundamentales entre antiguo y nuevo régimen, el Gobierno español de Rodríguez-Zapatero propuso que el eje de conmemoración del bicentenario americano, visto desde Madrid, fuese recuperar para toda la comunidad de países hispanoamericanos el legado de la noción de Hispanidad. ¿Pero, y qué es Hispanidad en América Latina, fuera de la Colonia? ¿En qué consiste la marca de España para pensar el bicentenario, más allá de toda la grandeza y decadencia, horror y desgracia que encierra la noción de Colonia? Estas y muchas otras preguntas pueden elaborar un programa de estudio para pensar el bicentenario.

Por mi parte, yo recupero la palabra castiza, liberada del lenguaje, como legado de hispanidad, de lengua-cultura. “Se llevaron el oro y nos dejaron la palabra”, cantaba Pablo Neruda. Pero las lenguas indígenas, también tenían y tienen música y riqueza. Sin entrar en catálogos resentidos, me acompaña en mi memoria viva, en mi “marca española”, en mi “hispanidad” la majestuosidad del Siglo de Oro, los consejos de Don Quijote a Sancho Panza, antes de que fuera a gobernar la Ínsula, los cantes jondos andaluces que me hacen sentir judío, católico y moro, la voz de Paco Ibáñez cantando los poemas de Federico García-Lorca y un profundo reconocimiento para los españoles que se exilaron entre 1936 y 1966 en las universidades de México, Bogotá, Lima y Buenos Aires, donde tradujeron al castellano latinoamericano las obras de grandes filósofos, historiadores y escritores, en el grandioso FCE mejicano, gracias al cual yo leí a los clásicos.

Pero, con todo, es evidente que los pueblos latinoamericanos, el hombre latinoamericano, el mestizo latinoamericano del siglo XXI aporta mucho más a la era planetaria que la simple marca reciclada de su hispanidad americana.

Además de lo hispánico, el gentilicio “latinoamericano” también debería ser revisitado, en relación con el legado francés, pues acotemos que dicho vocablo fue una invención teológico-política que le permitió a “Napoleón Le Petit” (como lo llamaba con desprecio Victor Hugo, en los panfletos contra la tiranía francesa) justificar en el Parlamento la intervención militar contra México, es decir, la expansión colonial francesa, oponiéndose así a la coalición anglosajona, en filigrana, corría la vieja pelea entre católicos romanos y cristianos anglicistas.

Dos siglos son también una buena distancia para revisitar la promesa de los valores del Siglo de la Ilustración que sustentaban el proyecto político de un Estado-Nación moderno, liberado del Antiguo Régimen y del despotismo de corte teocrático, a saber: libertad, progreso, igualdad, fraternidad, república, democracia, derechos humanos. La promesa sigue pendiente en muchos ámbitos (salud, educación, libertades fundamentales, ciudadanía, gobernabilidad descentralizada, responsable y solidaria…) tanto a nivel de país en América latina, como en clave de unión regional, en particular con los países andinos, abiertos a las otras Américas y al mundo.

CER  ¿Cómo concibes las contribuciones y vigencia del Estado-Nación con perspectiva histórica y sentido de organización moderna del Estado? 

NVG  Me parece que dos siglos es un período suficiente para repensar lo que ha sido y podría ser mejor con respecto a la organización socio-política que nos ha legado la modernidad euro-occidental, a saber, el Estado-Nación. Esta figura está en crisis frente a la indiferencia individualista y decadente, a la insostenibilidad del estado providencia o frente a sucesos y fracasos de movimientos que la promueven, la denigran o la explotan: el comunismo revolucionario, el socialismo democrático, el federalismo populista, el neoliberalismo multinacional, la globalización liberal financiera, la ideología del terror, la revolución digital… Hay corrientes que atacan a la figura política del Estado-Nación y la consideran obsoleta frente al individualismo oligarca y cosmopolita, o frente a proyectos ideológicos, anarquistas o revolucionarios que la denigran, pero, al mismo tiempo, se convoca al Estado como salvavidas: cuando la comunidad nacional duda de su identidad histórica o la interpela un fuerte flujo migratorio, cuando hay conflictos internos o externos armados y se corre el riesgo de una guerra civil, cuando el tejido social está expuesto a peligros socio-económicos graves, a la transición ecológica, a la corrupción, a bandas organizadas para delinquir, al populismo fascista o al terrorismo ideológico sin fronteras.

Con todo, fuera del Estado-Nación, la modernidad occidental -y países influenciados por ella- no ha encontrado otra forma de organizar, democráticamente, la convivencia pacífica de millones de personas en un mismo territorio, en beneficio del bien público, respetando la diversidad cultural que las anima, articulando el equilibrio de poderes y la relación compleja entre el individuo, los grupos de presión y la sociedad, el centro y la periferia, lo antiguo y lo moderno, el interés nacional, regional y local.

El Estado moderno, democrático y republicano es una organización de instituciones encargadas de concebir y ejecutar políticas públicas, gracias a la delegación de autoridad, poder y legitimidad que le confiere la democracia representativa. El desafío para un Estado eficaz y eficiente sigue pendiente y no caduca: ejercer dicha delegación de poder de manera responsable y solidaria, con miras a justicia, seguridad y bienestar social para todas las personas bajo su jurisdicción local, regional o nacional.

En principio, el Estado no es un concepto ideal, ni abstracto, tampoco es necesariamente un monstruo frío y burocrático. Pues, en la acción positiva y constructiva del Estado social de derecho justo, se genera un valor agregado fundamental, no solamente a nivel cuantitativo de escala para macro-proyectos o regular ecuaciones fiscales, sino sobre todo a nivel cualitativo y de sentido, dirección y significación nacional, es decir, la respuesta alentadora al por qué y para qué los individuos viven como sujetos activos en un Estado, y no como sujetos pasivos, indiferentes, consumidores insaciables y siempre insatisfechos.

Es capital que el Estado genere sentido positivo, calurosamente colectivo, querencia patriótica y no únicamente tensión fiscal o control tenso de la fuerza pública.

Expuesto a la propaganda, a la manipulación de la imagen y los mensajes partidarios, el Estado corre el riesgo de convertirse en una maquinaria de poder electoralista, auto publicitaria y al servicio de grupos sociales decadentes y corruptos.

Como sistema híper-complejo de organización socio-política y cultural, el Estado está en constante movimiento, evolución, prospección, evaluación. Dicha organización compleja sufre las grandezas y decadencias de los individuos que la animan, por eso también, corre el riesgo mortal de oxidación y corrupción.


Publicaciones de Nelson Vallejo en la revista ALEPH

La Revista colombiana ALEPH en Artes, Humanidades & Ciencias fue fundada en 1966, en Manizales, Colombia, por el eminente ingeniero de caminos, Carlos-Enrique RUIZ, quien es, con y gracias a su esposa, Livia, un vigía generoso y exigente de PoEticaDeCivilidad. Invitado a contribuir en sus publicaciones, desde comienzos del siglo XXI, Nelson Vallejo-Gómez ha publicado en tan prestigiosa Revista, artículos, ensayos y entrevistas: