Por Pablo María Delmar
Bitacora MetaBabel
¡¿Cómo es posible que haya sido necesario que, hoy, 23 de marzo de 2024, en este París con cielo de primavera endeble e indeciso, entre sol y lluvia, tome yo, sonámbulo sobre la poesía contemporánea colombiana, al fin conciencia, leyendo diferentes mensajes que mis amigos más queridos de Colombia me han enviado, que acaba de morir un poeta monumental, paisano de mi tierra, con apellido maldecido, Eduardo Escobar?!
¡¿Cómo es posible que, y en la web desde 2017, sea solamente esta tarde de duelo poético, que yo descubra y escuche por primera vez, hasta por 7 y una vez, el poema catedral, LA FLECHA INMÓVIL?!
¡Qué descubrimiento poético tan colosal, y escucharlo en su voz fuerte y serena, grave y musical!
Ese poema es tan potente como el Barco ebrio de Arthur Rimbaud.
LA FLECHA INMÓVIL merecería de sobra que, cada verso, fuese tallado en los muros de la plaza principal de Envigado, su ciudad natal, para que el mundo sepa que el linaje Escobar de Envigado no puede estar usurpado por criminales y narcotraficantes.
Así como, del poema de Rimbaud, cada verso ha sido tallado en la piedra de los muros de la calle parisina, en donde un mozuelo de 17 años, leyó El Barco Ebrio o Barco a la deriva a Verlaine y sus acólitos, en el otoño de 1871 (un 15 de septiembre).
Cada verso de LA FLECHA INMÓVIL, flecha heracliteana de algun Cementerio Marino, como el de Paul Valéry, pone en movimiento una temporalidad interna que me conmuve e interpela en lo más profundo de mi ser.
Escúchala en el siguiente link y medítala ; lo merece con crecesttps://youtu.be/dcaScORCFSs