En homenaje a los diez años de la publicación de « Los siete saberes necesarios para la Educación del futuro »
Se me ha pedido participar en este congreso internacional por dos motivos principalmente. El primero es para dar un testimonio sobre el proceso organizativo y emergente que llevó, en Paris, a la idea, el contenido y la elaboración del texto Los siete saberes necesarios para la educación del futuro; el segundo motivo es para disertar de la docta ignorancia como fundamento en el estudio de las humanidades para la era planetaria.
Dar testimonio supone el haber vivido algo en carne propia, tener una vivencia memorable y las pruebas para compartirla. ¿En qué sentido dicha vivencia merece rememoración y ejemplaridad, es decir, transciende la simple acción individual, deja de ser un hecho personal y se convierte en referente colectivo? Eso es lo que precisamente trataremos de mostrar contando el proceso de creación-emergencia de Los siete saberes.
Con el tiempo, lo vivido por uno o varios individuos puede transformarse en una leyenda o bien, compartido por muchos, auto-eco-criticado, se convierte entonces en un hecho histórico relevante, en algo que marca un antes y un después para una comunidad. En este último caso, uno se refiere a lo vivido, ya no como testimonio, sino como a un momento específico. Eso es lo que los Antiguos griegos
llamaban una época, en el sentido de lo que aparece a su vez como suspendido y es dotado de fuerza dinámica en potencia, es decir, suficientemente cargado de significado para ser punto temporal de referencia y de explicación en un proceso de explicación y de conocimiento. Los hechos históricos tienen propiamente que ver con la cultura, con la manera de medir el tiempo de los seres humanos en sociedad.
Pero también tienen que ver con la vida individual de cada caul; sin el aporte
singular de los individuos, no hay hecho histórico.
Este congreso internacional, en Fortaleza, muestra que estamos en presencia de algo que compartimos muchas personas a través de la red mundial de la UNESCO, pero también fuera de dicha red. Se trata de algo que, con ya diez años de haber sido presentado en París en la Conferencia General de la UNESCO,
aparece cada día como algo que permanece contemporáneo, es decir pertinente; no sufre de caducidad ni de la condición tan de moda en el mundo de la cultura globalizada, es decir, la condición de desechable.