MacondoDisney o la nueva Hacienda Nápoles de Netflix

Pablo María Delmar

Decepción a la medida de la ansiedad desmedida con que esperé, desde el anuncio con timbales, trompetas y tambores, que íbamos a ver al fin la realidad verdadera del imaginario Macondo, que su realismo mágico saldría al fin de su mundo novelesco.

Pero y con todos los millones de publicidad mundana y pegajosa, tengo para mí que #NETFLIX ha cometido un adefesio, peor, un asesinato literario, quitándole a #CienAñosDeSoledad la dimensión universal que tiene su lectura novelesca, al reducir su voz, su espacio y su tiempo, las emociones, sensaciones, aromas y colores de los personajes, en el bagazo de un dejo, un gesto, un paisaje postizo de lo que se cree ser la identidad caribeña, en su expresión más vulgar y desparpajada.

El tono de voz en off, con que se busca el artificio de hacer creer al espectador que lo están tomando de la mano, para que ponga su imaginación a manera de justificación y entramado, para que se preste a la tramposa transgresión de lenguajes, es una más de las usurpaciones en juego.

Gabo, quien nunca aceptó que se «adaptara» su obra al «cine» (y en el caso de NETFLIX ni siquiera es cine, a lo mucho una telenovela de mala calidad), debe estar sufriendo en su tumba.

Literal: NETFLIX decapitó la dimensión universal y humanista de Cien años de soledad !

Convirtió la obra magna del Premio Nobel colombiano en una falaciosa aguamasa de pseudo identidad caribeña, reduciendo su universalidad a un tipo, como cuando, con otra serie brutal y mezquina, NARCOS, Netflix sublimó la malicia asesina de Pablo Escobar, haciéndo de la cultura traqueta, de las tetas y culos de silicona, del Robin Hood de todas las usurpaciones y transgresiones, el paradigma de colombianidad, para el mundo de cierto imaginario planetario americanizado, ávido de violencia, sexo y pasiones tristes.

Pero, quién puede negar que, como En Agosto nos vemos, lo único en juego y que importa, es la plata.

Que se critique o no esa serie barata y de alto costo de producción, que nadie tiene el monopolio de los «productos culturales», cierto es. Ni los que los critican ni los que los elogian. El Mercado de esos productos se encarga de poner el precio y los mercaderes de templos de idolatrarlos y venderlos. Digamos que NETFLIX logró negociar un buen precio, para vender un producto con marca prestigiosa, fuere cual fuere el contenido. Esa transcripción de lenguajes artísticos comporta una mecánica barroca, un kitsch de pacotilla, lo que es ya un pleonasmo. Ahora, lo único que falta es que entre en juego las réplicas de productos culturales derivados y todos sus juguetes, convirtiendo el Macondo de NETFLIX en un «MacondoDisney», en la nueva Hacienda Nápoles de NETFLIX en Colombia: la última venganza del imperio gringo sobre Gabo el izquierdista.